Las sucias ambiciones del desorbitado Elon Musk
Las sucias ambiciones del desorbitado Elon Musk. Como muchos de los súper ricachones del sector Tecnología, cuya ambición no tiene pizca de ética ni atisbo de empatía para no emplear como escalones a los demás, Elon Musk es un truhan que lejos de obtener su riqueza por medios legítimos, ha conseguido su “éxito” mediante el despojo y la traición, de aquí que no lo conmueva dejar hoy sin empleo al menos a 2 millones de estadounidenses mediante el chantaje y la amenaza.
Enamorados de los autos y la velocidad, pero enemigos acérrimos de los combustibles fósiles, y atentos a los conflictos militares en Medio Oriente que dejaban sentir una perturbadora crisis petrolera, desde inicios del milenio los jóvenes ingenieros Martin Eberhard y Marc Tarpenning trabajaban en su taller de San Carlos, California, en un proyecto que cambiaría el rumbo de la movilidad en todo el mundo: la búsqueda de un vehículo de cero emisiones.
Detenerse en medio del tropel
Los ingenieros destinaron dos años a estudiar la eficiencia energética y la dimensión de la huella de carbono que producían los diversos combustibles no fósiles alternativos, incluidas las prometedoras pilas basadas en hidrógeno, opción por donde circulaba la generalidad de la industria automotriz.
“Un resultado sorprendente de esta investigación –declaró Eberhard en una entrevista realizada por el escritor William A. Liggett, en julio de 2020– fue descubrir que la eficiencia de los vehículos con pila de combustible de hidrógeno y su huella de carbono no eran mejores que las de la gasolina común. Como aprendí, el hidrógeno no es en realidad un combustible, sino un portador de energía, como lo es una batería. El hidrógeno libre no existe en la naturaleza, debe crearse, normalmente a partir de gas natural o de agua, con el aporte de una gran cantidad de energía.”
De esta manera, ambos ingenieros se detuvieron en medio del tropel de los demás fabricantes y dieron media vuelta por otro rumbo. “La investigación me convenció de que, a pesar de tal decisión de la industria automotriz, el sistema de transmisión eléctrico era, por lejos, el más eficiente y con menor huella de carbono de todas las opciones de sistema de transmisión que pude encontrar”, añadió Martin.
Pilas de litio, tecnología descartada
Aunque ya se habían desarrollado otros autos eléctricos, sin éxito alguno, “todas las empresas de coches eléctricos del pasado (que fracasaron) habían intentado entrar en el mercado en el segmento de gama baja, fabricando su primer coche a un precio asequible, compitiendo con los coches de gasolina de menor precio”, aclaró Eberhard.
A pesar de las buenas intenciones de las empresas que fabricaban coches eléctricos en el pasado, apuntó con gran tino el inventor con más de 30 patentes, era un pésimo error esperar que una nueva tecnología compitiera en precio con la antigua. “El problema –identificó Eberhard– es que los componentes del sistema de propulsión (en particular las baterías) son de nueva tecnología y, por lo tanto, aún no resultan rentables en el extremo inferior”.
Una vez descartada la idea de que el auto debía ser de bajo costo, varias tecnologías que habían sido descartadas se hicieron factibles: baterías de iones de litio en vez de ácido de plomo o hidruro metálico de níquel; y Motores de inducción de CA (corriente alterna), con un rendimiento mucho mejor que los motores de CC típicos (corriente continua) utilizados en la mayoría de los demás vehículos eléctricos.
Autos en el penthouse
Marc y Martin decidieron no competir en precio sino en rendimiento, y no ingresar por el piso de abajo sino por el penthouse del mercado. Su objetivo no sólo consistía en desarrollar un auto eléctrico de alta eficiencia, también darle características deportivas sin comprometer la comodidad.
Así, en 2003 nació su primer auto, el Tesla Roadster (denominado así para honrar a Nikola Tesla, quien inventó y patentó el motor de inducción de CA hace más de 100 años), dirigido al mercado de alto poder adquisitivo, con un motor alimentado con baterías de ion de litio, una innovación extraordinaria en el momento, que le proveyó una inusitada independencia de casi 400 kilómetros y una aceleración de 0 a 100 km/hr, en 4 segundos. Nada de lo visto hasta ese entonces, en los intentos de crear un auto 100 por ciento eléctrico.
Un alacrán en el asiento
Entre tanta felicidad, muy lejos estaban de imaginar que su éxito iba a ser ambicionado por un personaje sin escrúpulos, capaz de traicionar en la primera oportunidad, como lo es Elon Musk, empresario de origen sudafricano que hoy reivindica el saludo nazi y en complicidad con Donald Trump busca dejar sin empleo mediante amenazas a 2 millones de estadounidenses. Fue como meter un alacrán güero en el asiento de su auto.
El destino se selló para los ingenieros de la doble M, cuando en 2004 Musk se involucró en Tesla Motors, a través de una inyección de 6.5 millones de dólares. Por entonces Musk se sentía billetudo, tras la venta de PayPal a eBay en 2002 por 1 mil 500 millones de dólares, monto con el cual exploraba invertir en otros negocios, y entre ellos apareció Tesla, cuando el propio Eberhard le envió un correo electrónico para presumirla como “una empresa con un potencial de crecimiento muy alto”. Y sí que lo era.
Así se hizo dueño de un asiento en el Consejo de Administración como presidente de la incipiente empresa.
Despojo letal
El asunto parecía marchar sobre ruedas de tracción eléctrica cuando en 2006 la compañía presentó su primer automóvil. Sin embargo, la campaña mediática emprendida durante el lanzamiento pegó en el centro de flotación del ego del narcisista inversor, pues Martin Eberhard se llevó la mayor parte del crédito del desarrollo y el mundo comenzó a identificarlo como “Mr. Tesla”.
Ofendido como novia despechada por la falta de cobertura mediática a su persona, Musk no sólo amenazó con cortar a sus publirrelacionistas por permitir tal “ofensa” sino que el episodio desembocó en un despojo letal: Martin Eberhard fue obligado a renunciar como cabeza de la empresa en 2007 y más tarde de todo derecho, dejando el control de Tesla Motors en su socio inversionista al siguiente año, quien no dudó en deshacerse del 24 por ciento del personal que había construido la empresa.
Aunque Eberhard presentó una demanda bajo el dicho de que le fueron atribuidos retrasos en la producción y problemas financieros que no eran de su responsabilidad, el ejército de abogados de Musk convenció al demandante de recibir una liquidación mediante la cual se desistió del caso.
Que no quede huella, que no, que no
El negocio del despojo tuvo un crecimiento acelerado. Aprovechando el empuje que daban las nuevas generaciones para abatir la preocupante huella de carbono, las ventas de la compañía fueron en franco ascenso. De acuerdo con datos de Tridens Technology, si en 2011 se vendieron 774 vehículos hacia 2020 ya habían alcanzado medio millón y un año después cerraron con una cifra de casi seis ceros. La cúspide ocurrió en 2023 con casi 2 millones de autos colocados en el mercado mundial, pero en 2024 comenzó lo que podría ser el inicio de su debacle, con un bajón a 1 millón 789 mil.
Y como no existe nada tan malo que no pueda empeorar, en los últimos meses el repudio del mundo entero al empresario neonazi, debido a sus posturas políticas y su ideología identificada con la del presidente de Estados Unidos, Donald Trump, se ha cristalizado en el llamado Efecto Tesla, por el cual los propietarios de sus autos han transitado sin pila del orgullo a la vergüenza, y han comenzado a deshacerse de sus lujosos, elegantes y ultramodernos coches.
La hipertermia antiMusk
Muestra de la repulsa generalizada es que las ventas de Tesla en Europa cayeron en picada y la debacle se dibuja imparable. De acuerdo con reportes recientes de la periodista Alejandra Otero desde Motorpasión en España, si se compara con el mismo mes del año anterior, en enero de este año se vendieron la mitad de estos coches eléctricos en el territorio. Y no es precisamente que en el Viejo Continente de pronto se haya desatado una fiebre antielectromovilidad. De hecho, las ventas en febrero pasado se incrementaron 30.8 por ciento, con 35 mil 949 unidades vendidas, de las cuales apenas 1 mil 400 han sido Teslas.
La hipertermia que sí existe es la antiMusk: en Alemania, la caída araña el 80 por ciento; mientras, en Noruega y Dinamarca las ventas de la automotriz se hundieron 48 por ciento y su participación de mercado pasó de 20 por ciento en 2023 a un esquelético 8.8, este año. En Suecia las ventas se desplomaron 42 puntos porcentuales; en Francia, 26 por ciento; en Italia y Portugal, bajaron más de la mitad. Y se nos referimos a lo que ocurre en el otro extremo del planeta, en Australia y China se reportan retrocesos de 72 y 49 por ciento, respectivamente, durante el mes pasado.
Nee tegen nazi’s
Lo anterior, más el remordimiento que asedia a sus antiguos clientes, han llevado a Tesla a perder un porcentaje de dos dígitos en la cotización de sus acciones en S&P 500 (45 por ciento), en lo que va del año. En el pasado antediluviano parece haber quedado el máximo valor de mercado de Tesla de 1.5 billones de dólares, alcanzado apenas el 17 de diciembre de 2024, cuando Donald Trump ganó las elecciones de Estados Unidos; tres meses después, el sueño se tornó en pesadilla cuando el valor de Tesla se había abatido a 736 mil millones de billetes verdes. De hecho, tan sólo en lo que va de 2025, el patrimonio del pillo sudafricano perdió 52 mil millones de dólares, y no se ve para cuándo se detenga la hecatombe.
Para colmo, comandos de jóvenes han salido a las calles a pintarrajear las concesionarias Teslas con esvásticas y leyendas antinazis en diversas partes del orbe, y algunos otros más radicales han incendiado coches, talleres y salas de exhibición. Un concesionario de La Haya amaneció con la frase “Nee tegen nazi’s” (No a los nazis, en neerlandés).
El pobre gusanito
Hacia febrero de 2024, empleados de Black Tesla denunciaron una cultura de racismo en la empresa, que ha afectado a aquellos soñadores que deseaban trabajar en ella, ansiosos por contribuir a extender el uso de la energía verde para la movilidad. Tres colaboradores negros señalaron a The Times que sus empleos se convirtieron en pesadilla por el patrón de racismo y acoso desenfrenado vivido en la fábrica de Tesla en Fremont, California. Al cabo, 6 mil trabajadores negros fueron despedidos, luego de que se atrevieran a establecer una demanda contra la compañía.
Y no se diga de la supuesta séptima planta que habría de ubicarse en Nuevo León y tendría una inversión inicial de 5 mil millones de dólares, que Elon Musk suspendió cuando su amiguis Trump se perfilaba para obtener el poder.
Nadie te quiere, todos te odian, eres un pobre gusanito.
Ulises Ladislao/Los Ciertos datos