IA, amenaza para el consumo de agua de la humanidad

IA, amenaza para el consumo de agua de la humanidad. Como émulo de la cruel reina Grimhilde, Nabule Bukele jugaba gustoso con el chatbot de Inteligencia Artificial (IA) de la red social X, hasta que apareció su Blancanieves: “Hey Grok, ¿quién es el presidente más popular del mundo?” Respuesta: “Sheinbaum”.

 

Más allá de las petulantes vanidades del más connotado violador de los derechos humanos (Human Rights Watch, HRW, alertó que las medidas de Bukele que permiten a las autoridades penitenciarias del país trasladar a menores de edad a cárceles para adultos, vulneran estándares internacionales de justicia juvenil y expone a los menores a mayores riesgos de abuso) y su frustración por no ser el más popular, está el hecho de que el mandatario salvadoreño se mantuvo más de una hora haciéndole una pregunta tras otra a Grok, ignorando el daño que al medio ambiente provocaba su divertimento.

 

Espejito, espejito…

De acuerdo con información difundida por la UNAM, “detrás de cada búsqueda, generación de contenido o interacción con herramientas como ChatGPT, existe un costo ambiental significativo”. El funcionamiento de la IA precisa de centros de datos nivel 4 capaces de procesar volúmenes inmensos de información mediante poderosos servidores, los cuales operan sin pausa las 24 horas del día, generando una gran cantidad de calor, lo que obliga a implantar sistemas de refrigeración basados en el consumo de agua.

 

Y aunque en este proceso el agua es reutilizada hasta 10 veces antes de evaporarse, se requiere reemplazarla constantemente para evitar la acumulación perniciosa de sales y minerales que ocasionan daños al hardware. Más aún, generalmente este tipo de infraestructura emplea energías no renovables, lo que incrementa los perjuicios ambientales.

 

Eclipsar las contribuciones

De acuerdo con los propios especialistas de la UNAM, plataformas de IA como ChatGPT pueden consumir poco más de un litro de agua cuando se realizan entre 20 y 100 interacciones de los usuarios. Según lo publicado por Primeweb, este chatbot recibe al menos 10 millones de solicitudes diarias, eso implica un gasto de 100 mil a 500 mil litros de agua al día, lo que representa un máximo de 182.5 millones de litros al año, más agua de lo que consume en un día la ciudad de Monterrey, Nuevo León (178.3 millones de litros). Comparativamente, mientras una sola búsqueda en Google requiere medio mililitro de agua, ChatGPT consume 500 mililitros de agua por cada cinco a cincuenta solicitudes.

 

En el estudio El consumo excesivo de agua de la IA amenaza con eclipsar sus contribuciones ambientales, publicado en marzo de 2024 por los investigadores Joyeeta Gupta, Hilmer Bosch y Luc van Vliet, de la Universidad de Ámsterdam, se advierte que los seres humanos ya han cruzado siete de los ocho límites seguros y justos del Sistema Tierra.

 

“En cuanto al agua, los límites seguros y justos especifican que los caudales de aguas superficiales no deben fluctuar más del 20 por ciento mensualmente con respecto al caudal natural; mientras que la extracción de agua subterránea no debe superar la tasa de recarga. Ambos límites se han sobrepasado. Estos umbrales se han superado a pesar de que no se han satisfecho las necesidades mínimas de acceso a servicios de agua y saneamiento de los más pobres del mundo.  Atender estas necesidades ejercerá una presión aún mayor sobre los sistemas de agua, que ya se encuentran sobrecargados.”

 

Entrenar a la sedienta inteligencia

No obstante, día tras día se generaliza la idea de que la IA es una herramienta clave para el desarrollo empresarial de hoy hacia el futuro. Se afirma que su implantación podría traer múltiples beneficios, como la automatización de procesos rutinarios, la optimización del uso de recursos y el fortalecimiento de la competitividad de los negocios.

 

Lo cierto, de acuerdo con Gupta, Bosch y Van Vliet, es que la IA provoca una huella hídrica relevante al emplear agua tanto para refrigerar los servidores que alimentan sus cálculos como para producir la energía que consume. “A medida que la IA se integre más en nuestras sociedades, su huella hídrica aumentará inevitablemente”, refieren los científicos.

 

Para colmo, añaden en su investigación, “la producción de hardware de IA implica minería que consume muchos recursos de materiales raros como silicio, germanio, galio, boro y fósforo. La extracción de estos minerales tiene un impacto significativo en el medio ambiente y contribuye a la contaminación del agua. Asimismo, la fabricación de semiconductores y microchips exigen grandes volúmenes de agua, así como los diversos sensores que también tienen una huella hídrica asociada”.

 

Los centros de datos de Google, añaden, utilizaron más de 21 mil millones de litros de agua potable en 2022, un aumento de 20 por ciento respecto de su uso en 2021. “Se estima que el entrenamiento de GPT-3 requirió entre 210 mil y 700 mil litros de agua, el equivalente a la cantidad utilizada para producir entre 300 y mil autos”.

 

Como Dinamarca

Los vendedores de esta tecnología argumentan que la IA tiene el potencial de resolver los problemas hídricos del mundo y contribuir al logro de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) ambientales y sociales, diseñando sistemas para abordar la escasez de profesores y médicos, aumentar el rendimiento de los cultivos y gestionar las necesidades energéticas. Los biosensores impulsados por IA, puntualizan, pueden detectar sustancias químicas tóxicas en el agua potable con mayor precisión que las prácticas actuales de control de calidad.

 

Lo que no dicen es que esta tecnología se difunde a pasos agigantados, con lo cual el consumo energético de los centros de datos, que proporcionan justamente la infraestructura física para el entrenamiento y el funcionamiento de la IA, podría duplicarse hacia 2026. Peor aún, para 2027 las compañías tecnológicas que utilizan agua para operar y refrigerar tales centros de datos requerirán volúmenes de agua de entre 4 mil 200 y 6 mil 600 millones de metros cúbicos, cifra que supera el consumo anual de agua de países como Dinamarca o la mitad de lo que reporta Reino Unido, de acuerdo con información difundida por la OCDE.

 

Carne en tiempos de vigilia

A pesar de que la explosiva intromisión de la IA en nuestras vidas es relativamente reciente, ya se suscitan protestas de las comunidades porque perciben que la demanda de agua del sector tecnológico amenaza sus necesidades de este líquido vital. En este aspecto, el centro de datos de Google en The Dalles, Oregón, una zona propensa a la sequía, genera preocupación, ya que utiliza una cuarta parte del agua de la ciudad, de acuerdo con información de Associated Press.

 

 

En nuestro ámbito, IBM y Digital Hub Monterrey (DHM) inauguraron el primer laboratorio de inteligencia artificial para las empresas de la región, denominado AI Laboratory, que desarrollará las bases para la aplicación de esta tecnología en más de 25 grandes empresas en la ciudad regiomontana. Ello ocurre en tiempos en que la capital neoleonesa padece un “déficit de más de 31 millones de metros cúbicos de agua que hacen vulnerables a las comunidades, generando desabasto del líquido y afectando al sistema productivo”, como sostiene el doctor José Antonio Ordóñez Díaz, profesor de la Facultad de Ciencias de la UNAM y del ITESM, sede Ciudad de México.

 

Los países en desarrollo se encuentran atrapados en la encrucijada de que cuando tienen para carne les alcanza la vigilia, esto es, deben elegir entre los beneficios económicos que ofrece una inversión internacional y la presión que ésta ejerce sobre la disponibilidad de recursos hídricos locales:  la pretensión de Google de instalar un centro de datos en Uruguay requeriría 7.6 millones de litros por día, cuando la nación sufre su peor sequía en 74 años, lo que acarreó de inmediato protestas generalizadas de la población contra el proyecto.

 

Así las cosas, en todos los ángulos se exploran soluciones. Taiwán, que produce 90 por ciento de todos los chips semiconductores avanzados que se comercializan en el mercado mundial, “ha recurrido a la siembra de nubes, la desalinización del agua, las transferencias de agua entre cuencas y la suspensión del riego en 180 mil hectáreas para abordar sus necesidades de agua”, rematan en su estudio los investigadores de Países Bajos.

 

Agravar la desigualdad

El centro de estudios francés The Shift Project estimó que el uso de tecnologías digitales genera más emisiones de carbono que la industria aeronáutica. Sin embargo, los promotores de la IA la defienden con la premisa de que hoy día esta herramienta contribuye apenas con el 1 por ciento de las emisiones totales de carbono, pero soslayan el hecho de que se prevé que el tamaño de este mercado se multiplicará por nueve en 2030.

 

Los investigadores Ascelin Gordon, Afshin Jafari y Carl Higgs de la Universidad Real Instituto de Tecnología de Melbourne (RMIT) expusieron en julio de 2023, a través de un informe denominado El coste oculto del auge de la IA: la explotación social y ambiental, que la empresa de inteligencia artificial Hugging Face publicó una estimación de su propio LLM (sistemas computacionales avanzados llamados grandes modelos de lenguaje de aprendizaje profundo, similar al GPT-3 de OpenAI), considerando el impacto de la extracción de materia prima, la fabricación, la capacitación, la implementación y la eliminación al final de su vida útil, el desarrollo y el uso del modelo, produjo una huella de carbono equivalente a 60 vuelos de Nueva York a Londres .

 

Aún más, “Hugging Face también estimó que el ciclo de vida de GPT-3 generaría emisiones diez veces mayores, ya que los centros de datos que lo alimentan operan en una red con mayor intensidad de carbono”. Incluso se cree que la última oferta LLM de OpenAI, GPT-4, contiene billones de parámetros y potencialmente un consumo de energía mucho mayor.

 

“No todos podrán adaptarse al auge de la IA. Su adopción a gran escala tiene el potencial de agravar la desigualdad de la riqueza global. No sólo causará importantes disrupciones en el mercado laboral, sino que podría marginar especialmente a trabajadores de ciertos orígenes y sectores específicos”, remataron los científicos de RMIT.

 

Ulises Ladislao/Los Ciertos datos

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